La participación afectiva de la realidad del otro, el ponerse en su lugar, resumido como empatía. En ocasiones lo echamos en falta. Cuando el médico nos da el diagnóstico, cuando el policía nos atiende después de una desgracia.
La lectura de textos de no ficción y literatura popular, muestra un interés completo por la trama y estructura. Los personajes suelen estar completamente definidos y deja poco trabajo mental al lector. Son textos sencillos de pasar al lenguaje cinematográfico.
Si nos adentramos en obras más literarias observamos unos personajes desdibujados, no completos, con sus misterios por descubrir. Somos nosotros los que lo completamos y no nos preguntamos cómo. Fluye de nuestro interior.
¿Existe una escuela de empatía? A nivel formal seguramente no, pero aparecen brotes de curiosas novedades.
Emanuele Castano y David Comer Kidd en “New School for Social Research” de Nueva York han realizado un “experimento” con 1000 participantes a los que se les dio a leer textos (tanto bestsellers y ficción popular como textos más literarios. Aquellos que habían leído textos más literarios tenían un acierto mayor a la hora de adivinar las emociones de los demás.
Leer a Charles Dickens es un buen consejo. Parece que nos hace más empáticos. La literatura popular, por el contrario, entretiene y tiene seguramente muchos alicientes, pero deja plana muestra capacidad de captar la emoción de los demás.