He conocido, y sigo conociendo, grandes esponjas absorbentes de tareas, tareas, y más tareas. No importa si esas actividades las consideramos nuestras o más bien responsabilidad de otras personas.
Las adquirimos y las vamos poniendo en nuestra mochila. Como esponjas, vamos hinchándonos en el tiempo hasta que el sistema, colapsado, digamos que explota. Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia forma patentada de cómo manifestar nuestro colapso psíquico. Hay tantas formas de hacerlo como personas. Seguramente existen innumerables razones que hacen que las personas-esponja no cejen en su empeño de absorber tareas. De todas ellas me llaman la atención dos:
- No saber decir NO. Es una posibilidad fantástica ya que es un cajón inmenso en el que podemos colocar innumerables motivos. Necesidad de caer bien, de ser reconocido, miedo “al que dirán”, sentimiento de control, gran auto exigencia…
2. No saber delegar. Somos malos delegando. Si nos movemos en una cultura de pícaros o de desconfianza, la delegación puede ser etiquetada negativamente, ya sea porque pueden pensar que quiero quitarme de encima los trabajos por comodidad y “cara dura”, o porque no confiamos en aquellos en los que podríamos delegar.
Nicola Slingsby, en un artículo escrito en el New York Times, habla de la importancia que tiene la delegación, no sólo para aquél que se libera, si no para el que recibe la tarea, ya que puede darle nuevas oportunidades de aprendizaje y crecimiento.
Como Master Certified Coach, Nicola Slingsby ha invertido muchas horas con las personas y sus entornos de trabajo. Sus conclusiones son de gran interés:
- Es importante encontrar el lugar, momento y tono adecuado para delegar una tarea a alguien. Una mala elección de los elementos enunciados puede arruinar el proceso.
- Siguiendo conceptos del Análisis Transaccional de Eric Berne, la conversación debe realizarse desde “Adulto a Adulto” y no desde “Padre a Niño”.
- Explicar el porqué estás delegando una determinada tarea. Por ejemplo, necesitas el informe para la reunión del día siguiente.
- Preguntar si tiene tiempo y capacidad para hacer la tarea. Si no es así, abordar qué le faltaría para poderlo hacer.
- No asumir que la persona ha entendido lo que debe hacer aunque así lo afirme. Chequear que así ha sido.
- Ser claro acerca de lo que se necesita hacer. Especificar el ámbito y la forma que se utilizará para comentarle cómo ha ido la tarea (reunión, llamada, e-mail)
Lo principal. Con lo que me quedo. Una delegación, si está honestamente bien hecha, todos los participantes ganan. Eric Berne estaría feliz de ver que TÚ GANAS, YO GANO.