Cuando nos decidimos a crear una pequeña empresa y no tenemos experiencia en el mundo de los negocios, podemos considerarnos solamente unos generadores de ideas. Esto hace que la probabilidad de coger caminos más largos y penosos aparezca con mayor frecuencia de la deseada.
Si estamos agobiados por los problemas y nuestro tiempo se invierte principalmente en “resolverlos”, quizás debemos hacer un nuevo planteamiento acerca de lo que quiero construir.
No es la primera vez que escucho comentarios acerca de la magia del replanteamiento de un objetivo ya que, a continuación, y sin saber muy bien por qué, aparecen múltiples soluciones sin mayor esfuerzo.
Hacernos ciertas preguntas a la hora de iniciar una actividad empresarial es muy importante:
1) ¿Qué deseo crear exactamente?
2) ¿Para qué deseo crearlo?
3) ¿Qué beneficio quiero obtener?
4) ¿Voy a necesitar ayuda? En ese caso, ¿de qué tipo?
5) ¿Cómo sabré si el negocio va bien o mal? ¿Qué indicadores usaré y cuando?
6) ¿Conozco la competencia? ¿Quién hace algo parecido a lo que quiero hacer?
7) ¿He contado a alguien el proyecto? ¿Qué opinión tienen?
8) ¿Qué acciones son necesarias para lograr el objetivo marcado?
Finalmente todo eso se traducirá en un “Plan de Negocio” que debe, lo más exactamente posible, hacer una proyección a futuro de cómo vemos nuestra evolución del proyecto en el tiempo.
En cualquier caso, lo principal es ser sincero con uno mismo y saber hacerse buenas preguntas ya que, preguntarse bien, facilita mucho la buena respuesta.