Después de haber cumplido unos cuantos años observo una recurrencia en el uso que hacemos del concepto de vida como si fuese un concurso de televisión, de esos clásicos, de esos con una única respuesta correcta.
Nos preguntamos ‘qué debería hacer’, o ‘qué puedo hacer’ marcando claramente el valor único de la respuesta.
Me resulta extraño escuchar a alguien preguntarse en plural: ‘Qué diferentes acciones / cosas están a mi alcance para responder a éso?’
Debo esforzarme mucho para encontrar situaciones en la vida que tengan una reacción única y clara.
¿Puedo llegar a la conclusión de que casi siempre hay más de una alternativa?
Si eso es así, si hay más de una, ¿las contemplamos todas? Dos, tres, o más. O nos quedamos con la primera que llega.
¡Qué bueno hacer una lista! Canalizo el estrés a través de mi mano… hacia la lista. Mi creatividad despierta. El caos de mi interior cobra otra forma (¡había más maneras!) La lista se muestra, la observo desde las alturas y, quizás vea cosas nuevas, patrones que desde el caos interno no veía.
Cuando no me obsesiono por las listas parece que me van bien, parece que me va bien. No temo olvidar algo, ya que está anotado. No me quedo en las diferentes alternativas. Las ordeno en el tiempo y hago «rutas» hacia los logros. Y veo el progreso.
Me gusta hacer listas. ¿Se nota?